Crónica Opeth, Sala Apolo, Barcelona (22-11-11)

No podían haber elegido mejor momento para salir juntos de gira Opeth y Pain Of Salvation: ambas bandas han puesto en marcha la máquina del tiempo y se han plantado en los 70 para hacer dos discos (“Heritage” y “Road Salt Two”) donde la influencia de la década de los hippies es más que notable.

Sin duda “Heritage” es un salto importante en la carrera de Opeth. Cierto es que no es la primera vez que los suecos dejan completamente de lado los berridos (el excepcional “Damnation” fue su primera aventura sin guturalidades) pero la ambiciosa propuesta que supone su último trabajo supera en riesgo y experimentalidad a cualquiera de sus anteriores obras, con lo que ello implica.

Pero, centrémonos: Pain Of Salvation abrían la noche presentando su último trabajo (hasta cuatro temas cayeron del mismo) junto con otros cuatro de distintas fases de su carrera. Una cosa es innegable: Daniel Gildenlöw no solo es un músico y vocalista asombroso sino que su presencia en escena cautiva. Tiene un carisma que va más allá de su cuidado aspecto físico, algo que se extiende a una voz que en directo se muestra igual sino mejor que lo que ofrece los discos de su banda.

Apoyado por una banda solvente, Gildenlöw tan pronto se gusta guitarra al cuello como es capaz de hacer de efectivo frontman recorriéndose el escenario mientras su voz deleita con sentidos agudos. El público respondió también a las peticiones del frontman en el tema con el que cerraron su set, “No Way”, gritando con ganas, sirviendo pues como buen aperitivo para el regreso de los suecos -ya como cabezas de cartel- en febrero de 2012.

Llegaba la hora de Opeth, cuyos miembros se subían a las tablas de la sala Apolo a eso de las 21.10h. para dar comienzo a su set con “The Devil’s Orchard”, el primer single de “Heritage” que sonó de manera extremadamente fiel al disco. Esta canción tuvo un doble efecto: por una parte se disiparon pronto las dudas acerca de la complicación de llevar al directo el material del último disco, a pesar de la multitud de matices que se oyen en las canciones; y por otra parte, fue toda una declaración de intenciones. Quien fuese buscando a los Opeth mas guturales probablemente salió decepcionado de la sala, pero a tenor de la respuesta que obtuvo el concierto ayer noche, resulta totalmente comprensible que a Akerfeldt le importe tres pimientos lo que opine algún fan perdido en épocas pasadas. No entraremos a analizar si se echan de menos o no los berridos de «Miguelito», porque al fin y al cabo como el mismo se encargó de aclarar en la presentación de la gira, de lo que se trataba en esta ocasión era presentar “Heritage”, y que para ello los setlists se iban a completar con temas sin voces guturales de la discografía del grupo.

Al final hubo para todos. Akerfeldt pudo presentar «su» disco en directo y dejarnos a todos con un buen sabor de boca, y para los que seguíamos sintiendo cierta morriña por alguno de los clásicos del grupo, también tuvimos nuestra ración gracias al repaso que hicieron de temas como «Porcelain Heart», «Creedence»,»Closure», o «Hex Omega». Resulta difícil no decantarse por la interpretación que hicieron de ellas como alguno de los mejores momentos que se pudieron vivir anoche, y es que a pesar de que las canciones de «Heritage» también tienen su merito, fue el propio Akerfeldt que nos acabo recordando que «la mierda antigua siempre suena mejor que la nueva«.

Y como no podía ser de otra manera, la noche estuvo aderezada por el siempre locuaz y divertido Akerfeldt, el cual no dejó pasar la ocasión para demostrarnos su dominio perfecto del castellano con un “Hola”, “Muchas gracias” y “patatas fritas”, o para contar algún que otro chiste mas o menos afortunado. En fin, que si hay algo que no ha cambiado en Opeth durante estos años es que «Miguelito» sigue en su salsa.

En resumidas cuentas, ya sea con o sin gritos, el directo de Opeth sigue siendo avasallador… Pero de un modo distinto. Sus miembros son auténticos genios con sus instrumentos (Akerfeldt no escoge a mancos, precisamente), y entre todos ellos lograron que la hora y tres cuartos que duró el concierto de Barcelona pasara en un abrir y cerrar de ojos dejando como herencia una sensación de haber presenciado, nuevamente, un espectáculo que pocas bandas son capaces de ofrecer.