Fiona Apple colgó hace unas horas una carta abierta escrita a mano en su Facebook en la que explicaba los motivos que la han llevado a cancelar varios conciertos por Sudamérica: estar con su perrita que sufre un tumor.
Son las 6PM del viernes y estoy escribiéndole a unos cientos de amigos que aún no he conocido.
Les escribo para pedirles que cambien sus planes y nos conozcamos un poco más tarde.
Aquí está la cosa.
Tengo una perra llamada Janet y lleva enferma casi dos años, con un tumor que se lleva moviendo en su pecho, creciendo lentamente. Casi tiene 14 años. Me la quedé con 4 meses. Tenía 21 años, una adulta oficialmente – y ella era mi hija. Es una pitbull y la encontraron en Echo Park, con una soga al cuello y mordeduras en las orejas y cara. Era de las que usan en las peleas de perros para dar confianza a los contendientes. Tiene casi 14 años y nunca la he visto empezar una pelea o morder o incluso gruñir así que puedo entender porque la escogieron para un rol tan asqueroso. Ella es una pacifista.
Janet ha sido mi relación más consistente de mi vida adulta y eso es un hecho. Hemos vivido en numerosas casas y tenido y cambiado algunas familias, pero siempre hemos sido nosotras dos.
Dormía conmigo, su cabeza en la almohada y aceptaba mi cara histérica y llorosa en su pecho, con sus patas alrededor de mi, cada vez que tenía el corazón partido, el espíritu roto, o perdida, y con el paso de los años, me dejó tomar el papel de su hija, quedándome dormida, con su barbilla encima de mi cabeza.
Ella estaba debajo del piano cuando compuse las canciones, ladraba cada vez que trataba grabar algo y estaba en el estudio conmigo todo el tiempo en que grabé el último álbum.
La última vez que volví de una gira, estaba tan llena de vida como siempre, y está acostumbrada a que esté fuera unas semanas cada 6 ó 7 años.
Tiene la enfermedad de Addison, lo cual hace que sea peligroso que viaje ya que necesita inyecciones regulares de Cortisol porque reacciona al estrés y la emoción sin las herramientas fisiológicas que hacen que la mayoría de nosotros no muramos presos del pánico.
Pese a todo esto, ella es alegre y juguetona, y solo dejó de actuar como un cachorrillo desde hace unos 3 años. Es mi mejor amiga y mi hijo, mi benefactora y la única que me enseñó qué es el amor.
No puedo ir a Sudamérica. No ahora. Cuando volví de la última parte de la gira por EEUU, había una grandísima diferencia. Ya no quiere ni salir a pasear.
Sé que no está triste por envejecer o morir. Los animales tienen un instinto de supervivencia pero no una sensación de mortalidad y vanidad. Por eso están mucho más presentes que la gente. Pero sé que se está acercando a un punto en el que dejará de ser una perra y, en su lugar, pasará a ser parte de todo. Estará en el viento, y en la tierra, y en la nieve, y en mi, allá donde vaya. No puedo dejarla ahora, por favor, entendedlo.
Si me voy, tengo miedo de que muera y de no tener el honor de cantar hasta que duerma, de acompañarla. A veces me lleva 20 minutos elegir con qué calcetines me voy a dormir pero esta decisión fue instantánea.
Estas son las elecciones que tomamos que nos definen. Yo no seré la mujer que antepone su carrera al amor y amistad. Soy la mujer que se queda en casa y cocina Tilapia por mi amiga más vieja y querida. Y la ayuda a que esté cómoda, consolada, y a salvo, e importante.
Muchos de nosotros en estos días, tememos la muerte de un ser querido. Es la fea realidad de la vida, que nos sigue dejando la sensación de terror y soledad. Desearía que pudiéramos apreciar el tiempo que queda justo al lado del final del tiempo. Sé que sentiré el conocimiento más abrumador y de su amor y mi amor por ella, en los últimos momentos.
Necesito hacer todo lo posible para estar ahí para eso porque será el momento más bonito, intenso, la experiencia vital más enriquecedora que haya conocido. Cuando muera.
Así que me quedo en casa y la escucharé roncar y resollar, revelando la respiración más pantanosa, espantosa que nunca haya emanado de un ángel.
Os pido vuestra bendición.
Os veré.
Amor, Fiona.