Una de las bandas estandarte del 'metalcore', en su vertiente melódico-emo-scream, visitaban por primera vez España. Atreyu sorprendían al mundo en 2002 con un primer álbum que les situaba como punta de lanza del por aquel entonces efervescente 'metalcore': eran 10 canciones donde el vocalista Alex Varkatzas se encargaba de dejarse las cuerdas con una voz de ultratumba mientras que Brandon Saller le ponía las dosis de almíbar con estribillos melódicos, en un contraste ciertamente sorprendente. Con el paso de los discos la dosis de almíbar fue aumentando hasta prácticamente abrazar el 'mainstream'. O al menos, desplegar sus alas más allá del cerrado y repetitivo mundo 'metalcore'.
Pero es que Atreyu no venían solos: como teloneros otras dos bandas que de por si solas tendrían tirón más que suficiente como para encabezar cualquier gira por cualquier continente. Por un lado 36 Crazyfists, la banda de Alaska, que a rebufo del 'nu metal' logró granjearse un buen puñado de fans para posteriormente poner un pie en el 'metalcore' y ganarse más adeptos. Por el otro, Unearth, banda que abraza la rama más contundente del 'metalcore' y a la vez más deudora del heavy más clásico.
En definitiva, representantes de algunas de las corrientes más diferenciables dentro del hoy mortecino 'metalcore'.
La velada la abría 36 Crazyfists que solo poner un pie en el escenario demostraba que su directo ha ganado en versatilidad. Sus distintos discos también les ha permitido abrir un poco más la mano y acoger canciones que tocadas por otra banda sonarían demasiado fuera de lugar. La voz de Brock Lindow, el gran activo del grupo, no desmerece en directo, algo que temía que sucediera. Si bien no alcanza todos los matices que le oímos en estudio, temas como «The Heart And The Shape» o «At The End Of August», con un ritmo aún más frenético en vivo, suenan de forma excelente en la voz de Lindow, que pese a los saltos y movimientos, no muestra problemas al cantar: tanto su voz gutural como la melódica (la que podría quedar mas en evidencia) suenan de maravilla.
Mención aparte merece el batería Thomas Noonan, que dio todo un festival de lanzamiento de baquetas y que solo terminar el concierto vomitó y tuvo que salir a respirar el aire para recuperarse. Las cervezas ingeridas no mucho después fueron prueba suficiente para certificar su completa curación y demostraron que su casi vahído fue debido al extremo calor soportado dentro de la sala.
Recorriendo sus distintos discos y recibiendo los mayores vítores cuando tocaban alguno de sus clásicos (los anteriormente citados u otros más «recientes» como 'I'll Go Until My Heart Stops'), el cuarteto llegó a estrenar un tema de su próximo álbum. Titulado «Death Renames The Light» nos muestran a los 36 Crazyfists puros: contundencia pero con momentos melódicos pegadizos. Hubo momento para un 'wall of death' (el único de la noche) por lo que está claro que calentar, calentaron al público.
Así las cosas, 36 Crazyfists cumplieron con solvencia y demostraron que les queda cuerda para rato. Lo podremos comprobar en noviembre cuando vuelvan por estos lares como teloneros de Devildriver, como anunció Brock Lindow.
Era turno para Unearth, banda que ya desde su salida demuestra que lo mejor en esto de la música contundente es no tomarse nada demasiado en serio: de otro modo no cabria entender como pueden saltar al escenario a ritmo del «Final Countdown» de Europe.
Dejando de lado la frikada humorística, el directo de Unearth es, como mínimo, contundente. Su 'metalcore' que bebe del heavy más clásico aunque sin perder de vista el más extremo, suena a ratos embarullado pero sin llegar al punto de hacerse ruidoso. Con un dúo de guitarristas perfectamente compenetrado (que fueron los encargados de dar la imagen de la noche al subirse a la barra del bar de la sala ante la atónita mirada de los empleados y regocijo de la parroquia) y un frontman, Trevor Phipps, que se mueve como pez en el agua ante el público y que de desgañitó de mala manera para lograr (y a fe que lo consiguió) sonar con la contundencia que acostumbra.
Y llegaba el momento de Atreyu. Abriendo el fuego con «Bleeding Mascara» (quizá, la canción más inspirada que hayan compuesto hasta la fecha) dejaban claro que no iba a haber momento de respiro. También demostraba que el Phil Collins del 'metalcore', esto es, Brandon Saller, estaba al nivel y se compenetraba a la perfección con el vocalista Alex Varkatzas, que, dicho sea de paso, dio toda una muestra de posturitas y carreras, perfectas para animar al público. Su voz, eso si, mejor cuando es gutural que cuando canta melódicamente; ahí le gana Saller.
Mientras iban cayendo sus temas más famosos (ese «Right Side Of The Bed» que recordaréis por su vídeo en el que aparece Kristal Steal, de la que no daré más señas porque para eso está Google, «The Crimson», «Ex's And Oh's») uno se va dando cuenta de como su 'metalcore' coge mucho prestado del 'hair metal' de los 80: posturas, sonidos, actitudes sobre el escenario…Aunque con la diferencia de que es de algún modo autoparódico y no algo serio como muchas de aquellas bandas ochenteras creían que era.
Antes de los bises se marcaron uno de esos medios tiempos que todo grupo mataría por tener y en el que logran que el público se implique activamente: «Untitled Finale».
Y como bis: «You Give Love A Bad Name», versión de Bon Jovi. ¿Hacían falta más pruebas de su adoración por los 80?
En cualquier caso, su directo es plenamente satisfactorio: suenan bien, logran transmitir al público y ellos se divierten, así que, ¿qué más se puede pedir?