No entraremos a valorar si una banda que pierde uno de sus miembros esenciales debe continuar bajo el mismo nombre o no; hay opiniones para todos los gustos. Layne Staley dotaba a Alice In Chains de un carácter y un sonido particular que iba más allá del juego de voces que proponía junto al guitarrista-vocalista Jerry Cantrell: su voz le salía del alma, era sentida, no solo hacía ver el dolor sino que lo transmitía.
Su sustituto, William DuVall, no tiene el duende que tenía Staley pero tampoco es que busque igualarlo o sustituirlo. DuVall se dedica a cantar con una corrección vocal asombrosa y es innegable que su variedad de registros es mayor que la que pudiera tener Staley pero, obviamente, su presencia no tiene el aura de Staley. El ex-líder de Comes With The Fall se sube al escenario con todas las ganas del mundo y muestra maneras de frontman vital y energético, cercano al público, pero ante todo, respetuoso con el legado de una banda que ya es legendaria.
Pero metámonos en harina: volvían Alice In Chains a Barcelona tras su regreso los escenarios con DuVall al frente en 2006. La sala Razzmattazz 1 acogía al cuarteto de Seattle con el ambiente de las mejores ocasiones, con un público con ganas de oír,aparte de los clásicos del grupo, los temas de su excelente disco de regreso, «Black Gives Way To Blue«.
Los acordes de «All Secrets Known» atronaron en la sala y dejaron bien a las claras que la banda suena compacta, potente y heavy, muy heavy. Y no desentona en el repertorio del grupo; de hecho, ninguna de las nuevas canciones lo hace. Los años tocando juntos les han curtido y bueno, se trata de músicos excelentes, no olvidemos eso. Así, la entrada de DuVall en la dinámica de la banda les ha dado un punto extra de energía que quizá era el necesario para seguir adelante tratando de mantener en alto el nombre de Alice In Chains.
La prueba de fuego de DuVall son los temas viejos y obviamente, pese a cumplir con una profesionalidad encomiable, no es lo mismo. Y que no suene esto como una crítica al sustituto de Staley, nada más lejos de la realidad. El vocalista defiende de forma excelente los temas de su antecesor pero hay en algunas donde la voz de Staley es insustituible (especialmente en una canción como «Down In A Hole»).
Las canciones más duras del repertorio es quizá donde la voz de DuVall más destaca: la potencia que imprime a «Them Bones» o «Would?» hace que, de algún modo, se apropie de ellas. Aunque, como decíamos, donde más se luce es con los temas nuevos, que dicho sea de paso, suenan mejor aún en directo que en el disco. Mención aparte para «Acid Bubble» que gana en quilates 'doom' (en el disco ya tiene ese aire lento y pesado) y en explosividad en el estribillo.
DuVall se mostró agradecido por la respuesta del público barcelonés al que calificó como «el coro» (por razones obvias) y, en líneas generales, hubo continuas muestras de agradecimiento a los presentes y estos respondieron con una entrega absoluta desde el minuto 1.
Dejando comparaciones de lado, lo cierto es que poder oír al grupo que las compuso tocar en un escenario canciones del calibre de «Rain When I Die» o «Angry Chair», es una experiencia que nadie que fuese o sea seguidor de Alice In Chains debería dejar escapar, independientemente de la ausencia del vocalista que las hizo suyas.
La noche la cerraron con «Rooster» (doy fe del erizamiento del vello de mis brazos), un auténtico himno del grunge, del rock alternativo, del metal…De la música en su más amplio espectro.
Concluyamos pues: para aquellos que crecieron al albor del grunge a principios de los 90 poder ver a Alice In Chains es una cita que no deben dejar escapar; para quienes los hayan conocido más tarde, tampoco deberían perder la ocasión de verles: son historia y presente de la música alternativa. Y esperemos que futuro. Son uno de los padres de algo muy grande y que ni siquiera sus planas y aburridas imitaciones (¡hola Godsmack!) han conseguido ensuciar.