Veintiún años hace ya desde que tres tipos se presentaron en los Smart Studios de Madison, Wisconsin, propiedad de Butch Vig, para grabar uno de los álbumes más importantes de la historia del rock y de la música en general. Tras un largo viaje en furgoneta desde Seattle, Kurt Cobain, Krist Novoselic y Chad Channing estaban listos para ponerse bajo las órdenes de Vig. “Llegaron en una furgoneta y probablemente no se habían duchado o bañado en tres o cuatro días,” recuerda a la Rolling Stone el productor.
Las demos de las canciones que empezaron a grabar ese mismo día de abril del 90 (entre las que se encuentran “In Bloom” y “Lithium”) aparecerán en la reedición del “Nevermind” que se pondrá a la venta el 27 de septiembre en distintos formatos supervisados por Novoselic, el batería Dave Grohl y representantes de la herencia de Cobain.
“Teníamos una habitación de un motel e íbamos cada día a los Smart Studios y trabajábamos,” recuerda Novoselic.
Vig cuenta que las sesiones tuvieron sus altibajos. “Kurt era encantador e ingenioso pero tenía cambios de humor. Podía estar totalmente ocupado y, de golpe, se le apagaba una luz (en la cabeza) y se sentaba en una esquina y desaparecía totalmente dentro de si. La verdad es que no sabía como lidiar con eso.”
La banda solo tenía dinero para cinco días en el estudio pero las demos obtenidas les valieron fichar, meses después, por la multinacional Geffen Records.
Así, en primavera de 1991, ya con Grohl a las baquetas, el trío se reunió en Tacoma para grabar otra serie de demos. “Éramos una banda transitoria, destrozando los silenciadores de goma (de la batería) de otras bandas,” indica Novoselic.
“Kurt estaba tan obligado a componer canciones que siempre estaba sacando cosas. Tenía ideas y le dábamos forma durante horas,” recuerda. Aquellos ensayos los grabaron en un radiocassette. Precisamente, muchas de esas tomas son otra de las joyas que incluirá la reedición del disco. “Las grabaciones del radiocassette son algo del material más guay para los fans más hardcore. Suenan super ‘low-fi’ y sucias y guarras, realmente primitivas.”
En mayo de 1991 se metieron en los Sound City Studios de Van Nuys, California, a grabar las versiones que luego pudimos escuchar en el “Nevermind”. “Estábamos realmente centrados, ninguna tontería ni pérdida de tiempo,” rememora el bajista. “Cada día, nos metíamos (en el estudio) a las 11 o a mediodía hasta las 21h, simplemente haciendo lo nuestro.”
El productor recuerda otra cosa. “Se quedaban despiertos toda la noche, se metían drogas e iban a la playa de Santa Monica y luego deambulaban hasta las tres o las cuatro de la tarde del día siguiente. Estaban disfrutando de su momento de libertad y, en el fondo de sus mentes, sabían que estaban haciendo un gran álbum. Fueron tiempos divertidos, tío, antes de que llegara la locura.”
Vig explica que el primer intento de mezclar el álbum fue un desastre. “Yo equilibraba la batería y las guitarras y Kurt venía y decía, ‘Quítale todos los agudos. Quiero que suene más a Black Sabbath’. Fue bastante coñazo.” Por ello, al final decidieron que un tercero se encargara de la mezcla (Andy Wallace). Esas mezclas de Vig estarán también en la reedición.
En el lanzamiento del álbum, el 24 de septiembre de 1991, la banda se encontraba de gira por Europa. “La gente nos decía que lo estábamos petando y nosotros nos quedábamos con cara de, ‘¿En serio?’” Tras la agotadora gira por el viejo continente, el trío se marcó un concierto la noche de Halloween en el Paramount Theater que podremos ver en la edición ‘deluxe’. “Estábamos quemados pero era un concierto de Halloween, así que nos mentalizamos y lo hicimos.”
Echando la vista atrás, el bajista recuerda ese concierto como “el fin de los días de la inocencia. A partir de ahí todo se hizo tan grande y fue difícil hacer ese ajuste. Sigo tratando de reconciliarme con todo eso. ”
“Si solo piensas en la música, eso es lo que mantuvo unido a Nirvana – nos gustaba tocar juntos y tocábamos bien juntos,” concluye. “Eso era el núcleo de eso y eso es lo que perdura.”