Existe un tópico en el periodismo deportivo que reza algo así como “la afición llevó al equipo en volandas” con el que se viene a decir que el apoyo de los aficionados ayudó al triunfo del equipo. Bien, la metáfora es aplicable al 50% al concierto que los irlandeses And So I Watch You From Afar ofrecieron en la BeCool barcelonesa: si bien acabaron la noche literalmente en volandas (los dos guitarristas del grupo vieron de cerca el techo de la sala), casi ni les hubiera hecho falta la ayuda del público para tocar el cielo: su energía y vitalidad sobre un escenario les hace prácticamente levitar, volar sin alas y todo gracias a su entrega y su música, sin necesidad de bebida energética alguna.
Pero antes de que el genial cuarteto de Belfast se desmadrara, el dúo Atleta demostró que son capaces de agrandarlo todo usando pocos medios: Jaume Pantaleón con su guitarra y Jose Rosselló con un pequeño kit, apoyados en algunas bases programadas, cimentaron un buen concierto. Con un Rosselló excelente con las baquetas (es tremendo lo que extrae de su sencilla batería haciendo bueno lo de “cuando menos es más”) y un Pantaleón enérgico, los barceloneses tuvieron tiempo de repasar hasta ocho temas de sus dos álbumes en los que rebozan rock instrumental en jazz, electrónica o ambient para dar como resultado un experimento de resultado satisfactorio. Sin duda, fue la mejor manera de preparar el terreno para la explosión que estaba por venir.
Y pasados unos diez minutos de las 22h. Rory Friers (guitarra), Johnny Adger (bajista), Chris Wee (batería) y Niall Kennedy (guitarrista) saltaron al escenario para iniciar lo que iba a ser un concierto apoteósico, y sin duda, candidato firme a ser el del año. La cosa empezó con los tres primeros temas del genial “Gangs”: “BEAUTIFULUNIVERSEMASTERCHAMPION”, “Gang” y “Search:Party:Animal”, con un Friers -que en las distancias cortas es un tipo absolutamente cordial y apocado- desatado, haciendo un primer amago de saltar al público para finalmente darse un primer “paseo” entre la concurrencia. Tampoco Kennedy (que no deja de ser “solo” el guitarrista de gira) se cortaba y saltaba y animaba constantemente. Adger, por su parte, siempre está más concentrado y estático pero su labor en el escenario es vital: su bajo se complementa a las mil maravillas con la contundencia de Wee, logrando una base rítmica apabullante.
Sin duda es asombroso como con un Friers que en ocasiones parece tener ADHD y un Kennedy que le acompaña en emoción, logran trasladar con tal precisión sus discos al directo: la sala BeCool nunca había sonado tan bien. Temas menos frenéticos como “7 Billion People All Alive At Once” tampoco desentonaron en un setlist basado en sus dos últimas obras, sus -hasta la fecha- mejores trabajos (el EP “The Letters” y “Gangs”). Ello no significa que dejaran de lado su autotitulado primer largo del que sonaron hasta cuatro temas, dos de ellos para el bis.
En el citado bis sonó la espectacular “Set Guitars To Kill” que tuvo un momento brillante en el que fueron bajando el volumen para, sin casi esperarlo, soltar un crochet sonoro digno del Tyson de sus mejores años. Y la apoteósica (si Joaquín Luqui podía gastar la palabra, permitidme que la use dos veces en esta crónica) noche llegaba a su fin con “The Voiceless” y Friers y Kennedy entre el público para volver al escenario llevados en volandas por el público.
Si algo demostraron los irlandeses es que la música instrumental puede transmitir tanto o más que cualquier música con frontman. Sombrerazo.