Cada nueva entrega de InME, cada nuevo álbum que nos presentan viene a ser motivo de celebración para el que aquí escribe. Se me ocurren varios argumentos para justificar este regocijo, pero los resumiré todos con esta afirmación: InME es probablemente la banda de rock que mejor sabe resumir en cada uno de sus discos como debe ser una banda de su tiempo, y más exactamente de este tiempo en el que vivimos.
Si echamos un breve vistazo a su trayectoria recordamos aquel ya lejano «Overgrown Eden» donde los de Essex no dejaban de ser unos adolescentes dando sus primeros pasos, tratando de encontrar su propio camino. Por aquel entonces quizá estaban más cerca del rock alternativo, digamos más convencional. Hubo para quienes incluso su sonido resultaba más grunge que otra cosa. En todo caso aquel álbum marco de un modo definitivo lo que sería el carácter de una de las bandas más excepcionales que haya salido del Reino Unido en los últimos años.
Siguieron con «White Butterfly«, álbum que les llevó al primer nivel de popularidad en el Reino Unido, el que fue seguramente su álbum más convencional.
Casi 3 años más tarde le llegó el turno a «Daydream Anonymous«, disco que marcó el inicio de un proceso de evolución, un trabajo arriesgado que sin apartarse radicalmente de lo que habían ofrecido en el pasado, buscaba nuevos horizontes.
El proceso evolutivo alcanzó su grado máximo de madurez con «Herald Moth«, su anterior largo, un trabajo que curiosamente obtuvo sus niveles de ventas más bajos al mismo tiempo que les sirvió para alcanzar un grado de excelencia máximo en directo, cerrando su gira por el Reino Unido con varios sold out y adquiriendo una reputación en directo brutal, curiosa y peligrosa ambigüedad en estos tiempos que vivimos.
Me resultaba complicado imaginar que tras «Herald Month» pudieran superarse en el estudio -supongo que a ellos mismos también- de modo que muy inteligentemente deciden darse/darnos un respiro. Sus nuevas canciones ceden un poquito en ese virtuosismo que caracterizó a «Herald Moth» pero ganan en energía y cercanía, lo cual probablemente las hace mucho más disfrutables para sus fans. Ojo, no estoy diciendo que hayan variado su estilo. En absoluto, las señas de identidad de InMe siguen siendo las mismas, la variación esencial es el ángulo de las nuevas composiciones, incluso la producción de las mismas, más centrada en las canciones y no tanto en las posibilidades virtuosistas de estos excelentes músicos.
Básicamente «The Pride» hace gala, con orgullo, de la falta de complejos de estos chicos, de la excelsa imaginación que poseen para dotar a cada nuevo disco de los matices necesarios para mantenerte expectante y curioso para su próxima entrega.
Una lastima que estén tan centrados en el Reino Unido y probablemente no vayamos a tener ocasión de verlos en vivo por estas tierras, porque la experiencia promete tanto o más que lo que nos ofrecen en sus discos. ¿Mientras tanto? Celebrar que falta un poquito menos para su siguiente álbum.