Hace unos días se hacía público que Machine Head habían decidido prescindir del bajista Adam Duce, miembro fundador de la banda junto a Robb Flynn.
Hoy Flynn ha explicado lo difícil que fue la situación a través de un largo post en su diario de la web oficial del grupo.
11-2-13
Esa es la fecha en la que echamos a Adam Duce. Ese fue el día en que tuve que contarle a Adam que tras 21 años de estar juntos en una banda, no podía más.Ese fue el día en que dije, «Espero que esto pueda ser amistoso».
Las palabras sonaron como si las dijera otra persona.
Fue como estar fuera de mi cuerpo viendo como otra persona decía esas dolorosas palabras.
Pero era yo diciéndolo.
Y todos lo dijimos.
Todos dijimos algo en nuestro local de ensayo en Oakland. Dave (McClain, batería) lo dijo. Joseph (nuestro manager) lo dijo. Phil (Demmel, guitarrista) lo dijo. Todos dijimos que ya no podíamos aguantar estar en una banda con él. Que, si esto no ocurría, la banda se separaba.
Fue duro. Uno de los momentos más difíciles de mi vida.
También fue algo que venía de lejos.
Quizá hayamos echado a Adam el 11-2-13, pero Adam dejó Machine Head hará como una década. No se molestó en decírselo a nadie… Pero todos lo sabíamos.
Contrariamente a la creencia popular, estar en una banda es complicado. Jodidamente duro. Es el hijoputa más difícil que te vayas a cruzar en tu vida, y te dará de hostias el 80% de las veces. Muchas veces da la sensación de ser una gran montaña rusa, con los puntos más altos y los más bajos. Hay triunfos y derrotas cada día. Estar en una banda es una de las apuestas más extrañas de la vida.
Pero cuando ganas, cuando ganas en ese 20%, bueno… Es una salvación. Es lo que hace aguantable comerte el otro 80% del sandwich. De ahí vienen ‘esas’ historias. Puede ser el mejor trabajo que puedas tener e indudablemente uno de los más duros que puedas tener. Pero hasta que no lo has hecho más de 20 años, no tienes ni idea. Hasta que no has mantenido junta a una banda durante más de 20 años, no tienes ni puta idea de ello.
Te crees que si.
No es así.
Una banda es una familia disfuncional. Una hermandad, un negocio familiar y un tribunal de la era renacentista. Eres compañero en un estudio-apartamento-rodante durante años, 24 horas al día. Además estás en la olla a presión de los focos, cada movimiento analizado, leído, o atacado. Todo el mundo quiere algo de ti, todo el mundo quiere ser tu amigo, todo el mundo te quiere, todo-el-mundo-puede-hacerlo-mucho-mejor-por-ti-que-la-gente-que-tienes-ahora. Alguna gente trata de enfrentar unos con otros y todo el mundo quiere llevarse el crédito del éxito.
A veces, eres enemigo. En desacuerdo y luchando por algo pero ‘haciendo ver’ que todo está ‘bien’ en el escenario.
Pero no lo está…
Simplemente llevas una máscara que parece que está todo bien y, tras 20 años, conocemos tan bien esa máscara que se desliza a un lado con demasiada facilidad.
Adam llevaba mucho tiempo sin ser feliz en esta banda. ¿Pero cómo te vas? Para un tipo como Adam es cosa siempre de ganar o perder. La victoria más imponente o la derrota definitiva. No había término medio. Y aunque eso suena genial para un programa de TV o una entrevista – cita jugosa o incluso una película de John Wayne que termina en 90 minutos… La vida no es así.
Y la vida no es así para una banda como Machine Head. Una banda que opera en la mitad alta. Para nosotros no hay victorias imponentes, solo victorias respetables. No derrotas definitivas, solo mejor-suerte-la-próxima-vez. Cavamos un nicho, nos PERTENECE ese nicho, pero solo es un nicho. No hay nada malo en eso.
No importa lo infeliz o cansado que estuviera, dejar la banda sería visto como ‘derrota’ o ‘fracaso’. La verdad sea dicha, estaba harto de ello. Harto de salir de gira, harto de grabar, harto de ensayar, harto de mirar artworks de álbumes, harto-de-estar-en-el-equipo-pero-nunca-recibir-la-pelota, harto de desear-que-la-luna-de-miel-se-reanudará, cuando han pasado 20 años y eso no pasará. Harto de nunca petarlo, harto de cavar ese nicho… Harto de preocuparse.
No le culpo. Es difícil mantener la pasión.
Pero él no iba a dejarlo.
Queríamos que lo dejara. Esperábamos que lo dejara, ‘tíos, mi corazón ya no está aquí, fue una buena carrera, hasta otra’. No queríamos que fuese así…
No quiso.
No sentí nada cuando me fui del local de ensayo esa noche. Cuando me levanté al día siguiente no sentí nada tampoco. No estaba ‘insensibilizado’, seguía ‘sintiendo’, estaba en blanco. Pero tres días después de la reunión, surgió una discusión en el local de ensayo por lo en conflicto que me sentía. Entonces lloré.
Lloré y lloré.
Desde entonces he llorado cada día. He sido un despojo emocional. He llorado escribiendo esto. Estaba enfermo el día que lo anunciamos (11 días y dos entradas en el diario más tarde), dando vueltas con arcadas durante horas.
Le vi un par de horas el pasado miércoles, le vi ayer. Es civilizado.
No sé qué más decir.
No tengo ninguna frase inspiradora con la que terminar. No voy a sentarme aquí y deciros que todo irá bien o que será lo mismo. En este momento no puedo ni decir que será mejor.
¿Por qué?
Porque es una mierda.
Es una puta mierda.
Es una putada para todo el que ha tratado de salvar esto.
Es una putada mayor de lo que puedas imaginarte.
Es un horrible alivio.