La revista Guitar World ha hablado con la viuda de Jeff Hanneman, el que fuese guitarrista de Slayer fallecido el pasado mes de mayo.
Kathryn cuenta como después de sufrir una fascitis necrótica, su vida cambió. Aunque en su momento se informó que fue contraída tras la picadura de una araña, es algo sin confirmación. Algo le picó, eso si.
Jeff había estado de visita a un amigo del área de Los Angeles. Estaba una noche relajándose en el jacuzzi y tenía un brazo colgando y notó algo, como la picadura de un pincho. Pero, por supuesto, no pensó en ello. Vino a casa una semana después bastante flaco al aparecer por la puerta de entrada. No se sentía bien y solo quería subir y dormirse.
Antes de hacerlo, me dijo, «Kath, tengo que enseñarte algo aunque no quiero». Se quitó la camiseta y flipé cuando le vi el brazo. Estaba rojo brillante y tres veces el tamaño normal. Le dije, «Jeff, tenemos que ir ahora. Tienes que ir a urgencias». Pero todo lo que quería era irse a la cama y dormir, y yo sabía que estaba tratando de racionalizar con una persona muy intoxicada. Así que no pude hacer nada esa noche. Pero a la mañana siguiente le convencí para que le ingresaran. No tenía mucha fuerza pero pude meterle en el coche.
Cuando llegamos al hospital en Loma Linda, le echaron un vistazo e inmediatamente supieron qué era así que lo ingresaron inmediato. Jeff me dijo que me fuera a casa porque ambos sabíamos que estaríamos ahí durante horas y ninguno de nosotros pensaba que fuese una situación de vida o muerte.
Unas tres o cuatro horas después, Jeff me llamó y me dijo, «Kath, esto está mal. Quizá tengan que amputar. Creo que tendrás que volver».
Cuando llegué, Jeff estaba en la camilla esperando entrar a que le operaran y el médico me puso en perspectiva. Me dijo, «Tengo que ver a su marido. Quizá no salga de esta». El médico miró a Jeff y le dijo, «Primero voy a tratar de salvarte la vida. Luego trataré de salvar tu carrera». Y viendo a Jeff en esa camilla y posiblemente despidiéndose, sabiendo que quizá no le volvería a ver… Fue uno de los momentos más duros de mi vida.
Tras la operación, y varios días difíciles hasta poder retirarle la respiración asistida, el aspecto del brazo dejaba entrever una larga recuperación.
Nunca lo olvidaré – no me creía lo que veía. Todo lo que pude hacer fue ir al médico y preguntarle, «¿Como demonios arreglo esto?» Y me dijo, «Sabe, Sra. Hanneman, se sorprenderá». Y en ese momento tuve toda la fe en el mundo que este médico pudiera arreglar su brazo.
Los siguientes meses fueron también difíciles: más operaciones, más rehabilitación e incluso injertos con piel de su pierna izquierda. Lentamente iba mejorando pero, sin embargo, psíquicamente, no era así.
No lograba hacer que fuese a rehabilitación o terapia. Creo que dejó que la imagen de su brazo llegara a sus emociones y le jodía la mente. Era complicado mantenerle animado a esas alturas.
Creo que pensó que podía él solo – que iría a ensayar y tocaría, y eso sería su rehabilitación. Pero creo que empezó a entender, una vez trató de ensayar, que no tocaba como solía y que no iba a poder tocar la guitarra a la velocidad que solía. Y creo que eso le dio duro y empezó a perder esperanza.