Donita Sparks, la que fuese frontwoman de una de las bandas femeninas más aguerridas de los 90, L7, anda trabajando en un documental sobre la banda que espera estrenar el año próximo.
Para hacerlo está repasando toda clase de documentación gráfica, sonora y audiovisual, según ha confesado a Diffuser. Recientemente, mientras regiraba entre fotos, oyó en la radio pública un programa llamado «Las mujeres del grunge».
Estaba escuchando la NPR – mientras miraba fotografías, haciendo esa mierda de baúl de los recuerdos – cuando por la radio anuncian, «Las mujeres de la escena grunge fueron muchas veces ignoradas. Nuestro reportaje trata de algunas mujeres de la escena grunge que están cambiando eso». Iba sobre bandas de grunge femeninas y mujeres en el grunge. Me quedé, «¡Hey! Nosotras éramos mujeres del grunge.»
Sin embargo, el reportaje, basado en «These Streets» de Gretta Harley, no mencionó a L7.
Siempre fuimos esa extraña isla. Se nos consideraba grunge pero de alguna manera, en la historia, no estamos en ese grupo. No somos Riot Grrrl. No éramos ese grupo. Es raro. Siempre íbamos a lo nuestro. Y todo lo que pasa a los anales académicos, no estamos nosotras. Esa es gran parte de porqué estamos montando este documental.
Sin duda pioneras en muchos aspectos, la banda que empezó con Sparks como vocalista/guitarrista, Dee Plakas a la batería, Suzi Gardner a la guitarra y Jennifer Finch al bajo, siguen siendo una referencia para muchas bandas actuales.
Al final, la meta sería que el músico sea visto por su individualidad, no por su género. Todas tuvimos que demostrar que valíamos para ser músicos. Entonces, de golpe, había tantísimas bandas femeninas. Ahora supongo que todo es mixto. Ese era el objetivo final al principio. No me gusta nada todo-chicas… O todo-chicos. No empezamos para ser una banda todo chicas. Me gusta cuando todo está mezclado, blanco, negro, mujeres – a no ser que quisieras hacer un comentario estético, cosa que no hacíamos.
Sparks sigue viviendo en Los Angeles y produce bandas sonoras para películas independientes, guardándose a veces algo de tiempo para tocar con su ex-compañera, Plakas.
Pese a su relativo éxito en los 90, los inicios no fueron sencillos.
Ya te digo yo que era dificilísimo ser una chica en los 80 que tocara hard rock. Allá por los principios -nos formamos en el 85- nadie quería tocar con Suzi y conmigo. Los tíos no querían tocar con nosotras. Fue por necesidad que encontramos a otras mujeres. Los ejecutivos nunca nos entendieron. Los DJs no nos ponían. Ponían a Soundgarden pero no nos ponían porque éramos tías. Para Lunachicks, Babes In Toyland, nosotras, era duro. Las cosas están mucho más integradas ahora. Ya no es un ‘freak show’ tener una chica en una banda. Cuando nosotras empezamos en los 80, tías tocando hard rock, éramos un ‘freak show’. Luego la gente empezó a entendernos. Luego fue el caos entre el público, lo cual fue divertido.
El éxito fue creciendo y creciendo: uno de los puntos álgidos de la banda angelina fue su actuación en el festival de Reading del 92 en el que Sparks, cabreada con el sonido y ante un público que se entretenía lanzando barro, decidió sacarse el tampón y lanzarlo a la gente.
Fue arte en vivo delante de sus morros. Necesitaba divertirme. Anuncié que lo iba a tirar y recuerdo el silencio de después. Mucha gente quiso agarrarlo – supongo que no oyeron lo que había dicho. Luego volvió al escenario. Aterrizó en la plataforma del monitor. No volví a verlo hasta el set de Nick Cave después de nosotras. Su tampón estaba pegado en su monitor. Al final, un roadie se deshizo de él.
Hubieron más momentos chocantes: su bajada de pantalones en directo en un programa de TV británico o cuando destrozaron sus instrumentos en una actuación en el programa de David Letterman. Obviamente todo eso tendrá hueco en el documental pero también habrá mucha cosa inedita.
Las cosas chocantes como lo de tirar el tampón o bajarme los pantalones, eso era simplemente absurdo. Nuestra locura palidecía en comparación con lo que veíamos desde el escenario. La gente sangraba, algo volando desde el bar o cinco personas dirigiéndose al escenario con sus botas apuntándonos. Alguien se quita la camiseta y nos hace ojitos. Algunas de las mujeres eran realmente agresivas, subiendo y agarrándome las tetas. Alguna gente trataba de robarnos los instrumentos mientras tocábamos. Un tipo empezó a estirar de mi guitarra. Uno de seguridad lo aplastó.
Cuando alcanzamos el siguiente nivel de popularidad, entró en juego una pizca del elemento deportista. Parábamos el concierto contínuamente. De golpe, veías a esos deportistas dándole de hostias a alguien, o seguratas en clubes de empresas mostrando brutalidad. Pero era un tipo de poder fantástico – poder pararlo.
Pero igual que llegó, el éxito acabó por irse.
Veamos, ¿qué pasó con todas las chicas? Todas fichamos por grandes discográficas y para finales de los 90, nos echaron. La escena rock se estaba extinguiendo a finales de los 90. La industria se enrareció. Todos esperaban los próximos Nirvana. Firmaron un montón de bandas de mierda. Llegó la música electrónica. Todo el mundo pensaba que sería lo que tomaría el relevo – y de alguna manera lo hizo.
¿Podría este documental reavivar las ganas del grupo de volver a reunirse?
Estando juntas nunca hemos hablado de hacer una reunión. Me lo han propuesto. No diría que esté descartado pero mis dudas son principalmente el aspecto físico.
Creo que nos podríamos llevar bien por el rollo de la reunión si tocáramos en algunos festivales en EEUU o Europa pero nuestros conciertos son exigentes físicamente. Éramos una de las bandas más físicas. En cuanto a hacer otro disco, ni he pensado en ello. Puedo hacer música hard rock siempre que quiera. Artísticamente no estoy por la labor pero es divertido.