Un periodista del New York Times pasó unas horas con Trent Reznor mientras ensayaba junto al resto de la actual formación de Nine Inch Nails, su regreso a los escenarios.
Antes de antenderle, y después de que la banda terminara de tocar el set que se supone que irán tocando en sus actuaciones, Reznor hizo un aparte para comentarles sus impresiones.
No me gusta tener que gritarle a la gente pero les hacía saber la importancia de la situación.
La banda se prepara para girar con su nuevo disco, «Hesitation Marks», que verá la luz el 3 de septiembre. El término hace referencia a las heridas autoinflingidas por gente que se quiere suicidar.
Estoy orgulloso de él (disco). El miedo que tenía – «¿Qué tiene por decir Nine Inch Nails en 2013?»- es esto. No me da la impresión de que esté tratando de meter algo a la fuerza en el contenedor equivocado.
Reznor explica que el concepto de los directos se basa en la primera gira de Talking Heads. Así, Reznor aparecerá solo en el escenario y poco a poco irán saliendo el resto de miembros. Todo ello acompañado por imágenes de fondo.
El encargado de producción y luces del grupo, Roy Bennett afirma:
Siempre tratamos de ir más allá. Siempre hemos tratado de hacer pensar a la gente y tenerla en la duda preguntándose qué pasará a continuación.
La aparición de pantallas y luces hace que se tenga que coreografiar todo para que no haya problemas de colisiones o tropiezos.
Tras los festivales, la banda montará una producción totalmente diferente para la que ensayarán durante tres semanas en septiembre.
El hecho de que hagamos todo esto por unos pocos conciertos y luego tengamos que volver a hacerlo, tirar todo esto para volver a hacer algo completamente diferente, con nuevas cosas que no funcionan, da una sensación de pequeña locura.
Algo correcto no es aceptable. Extrañamente, somos más grandes ahora que lo que nunca hayamos sido antes. Cuando sacamos el single y ponemos a la venta las entradas, la pregunta se responde. Esto es lo más grande que hemos sido nunca. Quizá sea la escasez o el tiempo alejados.
Si bien en sus inicios usó la música para domar demonios interiores mezclando por el camino géneros tan distantes a priori como el metal, el punk, la electrónica o incluso el punk.
Mi incentivo original para hacer música era simplemente una manera de sacar esto catárticamente. Entonces descubrí, mientras lo hacía, que alguna fealdad llevaba a cierto elemento de belleza. Y el proceso me hizo sentir mejor. Y cuando vi que la gente respondía y se podía identificar con ella – estoy proyectando aquí pero quizá se sintieron menos solos.
Mientras iba haciendo álbumes y el éxito aparecía, Reznor sucumbió a la adicción al alcohol y drogas. No fue hasta 2001 que logró rehabilitarse. Fue «una amenaza de muerte, pistola en la cabeza – haz esto o morirás.»
En el año 2009, tras varios discos y múltiples giras más, Reznor decidió bajar la persiana de NIN.
Tras varios años seguidos con giras constantes, me sentí algo quemado. Me cansé del formato. Me empezaba a parecer pasado.
Precisamente tras aquella decisión, en octubre de ese mismo 2009 se casó con su esposa, Mariqueen Maandig, con quien ha tenido dos niños: Lazarus y Balthazar. La familia le acompaña de gira.
En aquel tiempo pudo dedicarse a componer música para películas, después de que su amigo David Fincher le convenciera para ponerle la banda sonora a «The Social Network» y «The Girl With the Dragon Tattoo».
Fue bonito ser tratado de forma respetuosa y estar al servicio de algo que, al final, no es mío. Es preocupación suya (Fincher).
Según cuenta, para el nuevo disco de Nine Inch Nails tuvo en mente «The Downward Spiral».
Fui consciente de que han pasado 20 años y sigo siendo ese tío. Conozco a ese tío y siento como él. No le guardo rencor, no le echo de menos. Pero, ¿como sentirían las cosas en el otro lado de eso, en un lugar vital mucho más estable mental y físicamente, y con una nueva familia?
El incentivo ha cambiado. No se trata de, «Voy a suicidarme si no saco esto de mi mente». Pero la excavación y la arquitectura detrás de ello, la motivación detrás, es similar.
El disco le ha llevado un año de composición, principalmente en su portátil, usando batería electrónica y buscando ritmos sutiles y austeros.
Da una sensación escasa y minimalista. Me es difícil hacer eso. Me he dado cuenta con el paso de los años que si tengo 100 pistas, usaré 110. Esto fue economía. Fue un extraño puzzle de ritmos.
Y en el disco no oiremos a Reznor gritar en demasía.
No me di cuenta hasta casi terminar el disco que realmente no llego a levantar la voz demasiado en este álbum. El mecanismo de gritar los estribillos no existe aquí. Y no fue hecho a propósito.
No creo que sea un disco amable. Creo que es más subversivo en como te llega. No se trata de estar al 11 y la pirotécnia y la táctica del miedo, cosa que he usado en el pasado. Pero tampoco da la sensación de ser el disco de un tipo de mediana edad, en plan me rindo.
Reznor ha contado con ilustres colaboradores que le han echado una mano: Adrian Belew (King Crimson), el bajista Pino Palladino y Lindsey Buckingham (Fleetwood Mac).
El guitarrista de Fleetwood Mac pasó un día en el estudio con el líder de Nine Inch Nails y su participación acaba en tres temas, según explica el propio Buckingham.
Hubo una especie de alma gemela ahí pese a que los estilos fuesen diferentes. Su proceso era algo así como un proceso de pintura donde vas guarreando con colores y buscando claves y se convierte en un proceso subconsciente en el que el trabajo se revela a través de ti.