Hace unos días, la Rolling Stone departió con Dave Grohl en sus estudios 606 sobre «In Utero», el que supuso el último disco de Nirvana, aprovechando un receso en la grabación del nuevo trabajo de Foo Fighters.
Su relación con Kurt Cobain:
Cada banda en la que había estado hasta ese momento había sido una banda de amigos que, o se juntó para hacer música o nos hicimos familia estando de gira. Nirvana fue algo diferente. Vivir con Kurt era divertido. Se aislaba de muchas maneras, emocionalmente, pero tenía una naturaleza genuinamente dulce. Nunca te hacía sentir incómodo de manera intencionada. Vivir con él en aquel apartamentito en Olympia, Washington… había una especie de vínculo, pero muy diferente a su relación con Krist (Novoselic).
Yo veía a Krist y Kurt como almas gemelas. Ambos tenían una comprensión mutua sin necesidad de hablar tan bonita. Esos dos tíos, juntos, definieron totalmente la estética de Nirvana. Cada rareza, todas las cosas raras de Nirvana venían de Krist y Kurt. Creo que crecer en Aberdeen, sus experiencias juntos en esos años formativos, tuvo mucho que ver en eso.
Musicalmente, la química era simple. Todo lo que teníamos que hacer era ser nosotros mismos. Unirme a una banda sin haber conocido antes a la gente, solo quieres ser poderoso musicalmente. Hubo mucha veces en que me sentí como un completo extraño. Estaba acostumbrado a estar rodeado de gente que no conocía desde los 13 años. Luego estaba viviendo en la puta Olympia con alguien que no conocía. No había sol. Solo estaba la música.
Sobre la incapacidad de Cobain de disfrutar del éxito cosechado:
No sé de donde salía eso. Mucha gente no considera válido su trabajo por ser suyo. Lo puedo entender. Conozco a mucha gente que no estaría cómoda con cualquier cosa que viene con estar en una banda tan grande como Nirvana. Lo que no entiendo es no apreciar ese simple don de ser capaz de hacer música.
Cuando Nirvana se hizo popular fue una difícil transición. Estás en la escena punk underground con tus héroes Ian McKaye (Fugazi) y Calvin Johnson (Beat Happening). Deseas la aprobación de esa gente desesperadamente, porque te valida como músico: voy en serio.
Yo tuve suerte porque volví a Washington D.C. y todos mis héroes me dijeron que estaban orgullosos de que me hubiera convertido en una puta estrella del rock corporativo (risas). Me quité ese peso de los hombros, sólo empezar. Nunca me preocupé por eso. Eso debió de tener algo que ver con la ansiedad de Kurt. Tenía miedo de que la gente de la escena no aprobara donde estaba.
Sobre aquel año 1992 en que el grupo dosificó giras y grabaciones:
Nos llamaba el Lollapalooza, «Tenéis que ser cabezas de cartel en Lollapalooza». Fui a ver un concierto de U2 y los Pixies y empujado al camerino de Bono: «Tíos tenéis que venir de gira con nosotros». Guns N’ Roses nos llamaba. Me quedé, «¿Qué cojones está pasando?» Fue bueno para nosotros no hacer tanta cosa. Pero era como coger una cerilla y ver como se quemaba hasta los dedos. Era solo cuestión de tiempo de que pasara algo.
Estábamos grabando un par de canciones, una para el single con Jesus Lizard y un cover de Wipers. Y Kurt dijo, «Oh, tengo esa nueva idea de canción». Y tocó «Frances Farmer» («Frances Farmer Will Have Her Revenge on Seattle»). Fue como, «Oh, dios mío, tendremos otro disco».
Ese día estaba en mi sótano. Me dijo, «Mira esto» y tocó el riff. También tocó «Very Ape». Quizá la ensayamos un día. Normalmente cuando Nirvana hacía música no había mucha conversación. Queríamos que todo fuese auténtico. No queríamos hacer una composición forzada. Una canción como «Heart-Sheaped Box» – empezábamos improvisando. Kurt tocaba el riff y Krist se enchufaba con lo que (Kurt) estaba haciendo, y yo tocaba junto a ellos. Nos metíamos en la dinámica, con el ruido tranquilidad, ruido tranquilidad. Mucho de ese rollo de tranquilidad-ruido venía de estas jams experimentales.
De los problemas con las drogas de Cobain:
Yo dejé las drogas cuando tenía 20 años. Nunca me metí heroína, nunca me metí pastillas. Me metí mucho ácido, fumé mucha hierba, me divertí mucho. En lo que a opiáceos, esa es otra escena. Por suerte, no estaba en esa escena. Eso no significa que no me importara.
Ya no estábamos en la furgoneta, en ese pequeño club. Podías notar una distancia emocional pero de un modo melancólico. Había veces en que podíamos estar sin hablar durante días pese a que estábamos de gira haciendo conciertos. Y entonces nos encontrábamos en el pasillo y decíamos, «Deberíamos pillar unas mini-bikes cuando volvamos a casa. Conozco un circuito detrás de mi casa». O, «El sitio de los cortacéspedes tiene un circuito de karts. Vayamos ahí». Había esos momentos de conexión emocional. Por supuesto que luego no íbamos (risas) Lo único que necesitabas era ese momento de validación: seguimos estando unos con otros.
No sé si durante la grabación de «In Utero» se estaba metiendo algo. Aquello fue raro. Estábamos secuestrados en una casa, en medio de la nieve, en febrero, en Minnesota. Grabar con Steve (Albini) – le daba a ‘grabar’, hacíamos la toma y (aplaude), «Vale, ¿qué viene ahora?» Espera, ¿está bien?
Trabajar con Butch Vig en «Nevermind» fue otro ejercicio. Hicimos que ese álbum fuese el álbum. Estábamos alucinados. Pasábamos muchísimo tiempo en el local de ensayo. Estábamos lo suficientemente liberados y controlados como necesitábamos estar.
Pasamos como un rayo por «In Utero». Estaba hecho tras tres días. Me sobraron diez putos días para sentarme en la nieve, sin nada que hacer. Una vez terminamos con toda la instrumentación era hora de que Kurt hiciera sus voces y repeticiones.
Recuerdo que todo el mundo estaba preocupado por el tempo de «Heart-Shaped Box» pero los metrónomos no molaban. A Kurt y a Steve se les ocurrió esta idea: debíamos usar una luz estroboscópica (risas) Tuvimos una larga conversación sobre como no iba a dictar el tempo, solo sugerirlo.
Les dije, «Vale, chicos, lo que queráis». Estuve ahí con esa puta luz en la cara durante una o dos tomas hasta que prácticamente tuve un ataque. Les dije, «¿Podemos simplemente tocar? Un pequeño mareo. No os preocupéis».
Del que fue su primer tema compuesto para Nirvana, «Marigold»:
La compuse en la máquina cuatro pistas de casa. Él estaba en su habitación. No quería despertarle así que grababa cosas, susurrando al micrófono. Estaba grabando la armonía vocal al estribillo de esa canción y se abrió la puerta. Me dice, «¿Qué es eso?» «Nada, una cosa que compuse». «Déjame oírla».
Nos sentamos y la tocamos unas pocas veces. Yo hacía la armonía aguda, él la grave. Es divertido componer canciones con otra gente. Nunca he hecho eso. Yo compongo canciones (en Foo Fighters) y la banda las toca conmigo. Pero sentarme cara a cara con alguien, eso es otro rollo. No sé si había llegado a hacer eso. Era como una incómoda cita a ciegas. «Oh, ¿también cantas? Armonicemos juntos». Por aquel entonces también era timidín.
Me halagó mucho, pero recuerdo que fue Steve quien dijo, «‘Marigold’ debería estar en el álbum». Yo estaba aterrorizado (risas) No, no, espera. Era aquel famoso chiste: «¿Qué es lo último que dice el batería antes de que le echen de la banda? Hey, he compuesto una canción».
Obviamente, no entró (en el disco, fue una cara B de «Heart-Shaped Box»). Estoy contento porque el álbum mantuvo la integridad de la visión de Kurt. Pero estaba tremendamente halagado. «¿De verdad que te gusta?»
De la última vez que vio a Cobain:
Llamé a Kurt tras lo de Roma (en marzo de 1994, durante una gira europea, Cobain tuvo una sobredosis en un hotel de Roma. Nirvana regresaron a Seattle, donde Cobain murió un mes después). Le dije, «Hey tío, eso ha asustado a todo el mundo. No quiero que te mueras».
Entonces le vi en las oficinas de nuestro contable (en Seattle). Él se iba cuando yo llegué. Me sonrió y me dijo, «Hey, ¿qué tal?» Y le dije, «Te llamaré, ¿vale?» Y me dijo, «Vale».
Sobre como «In Utero» es una especie de testamento:
El álbum debería ser escuchado como fue el día que salió. Ese es mi problema con el disco. Solía gustarme escucharlo. Y ya no lo hago por eso. Para mi, si lo escuchas sin pensar en la muerte de Kurt, quizá cojas la intención original del disco. Como mis hijas. Saben que estuve en Nirvana. Saben que Kurt murió. No les he dicho que se mató. Tienen cuatro y siete años. Así que cuando escuchen «In Utero» tienen esa perspectiva fresca – la intención original del álbum, la del oyente principiante.
Algún día sabrán lo que pasó. Y cambiará eso. A mi me lo cambió.