Rivers Cuomo ha hablado con la Rolling Stone de su absoluta devoción por Nirvana.
De alguna manera, siento que era el mayor fan de Nirvana en los 90. Estoy seguro de que hay tropecientas personas que podrían decir lo mismo pero yo estaba tan apasionadamente enamorado de la música que era algo enfermizo. Hacía que mi corazón me doliera. Puedo decirte el momento exacto en que conocí a Nirvana: trabajaba en Tower Records en Sunset Boulevard en 1990, en mi último año de transformación de guitarrista de speed-metal de Nueva Inglaterra a compositor y cantante alternativo. Los otros empleados ‘más al día’ de Tower me educaron, por así decirlo. Recuerdo que me pusieron «Sliver» y me enamoré al instante. Tenía la agresión que necesitaba de mi crianza como metalero pero con progresiones potentes y de acordes mayores y melodías pegadizas y emocionales y letras que daban esa sensación de nostalgia y dulces y dolorosas. Sonaba como si viniera de la parte más profunda de mi – una parte a la que no me había acercado aún para articular mi propia música.
Poco después, estuve en una banda llamada Fuzz con Pat Wilson de Weezer. Escuchábamos el «Bleach» cada noche de camino a los ensayos. Ahí es cuando empecé a cantar – hasta entonces solo era guitarrista – y sonaba mucho a Kurt, muy Seattle. Ahora es muy difícil de escuchar. Kurt fue, para mi gusto, el mayor cantante de la historia pero yo trataba de cantar con una voz que no tengo ni de lejos.
Cuando salió el «Nevermind», mi compañero de piso se hizo con el CD. Al principio pensé, «Esto está demasiado pulido y es demasiado comercial». Fue un poco desconcertante. Pero luego fue como, «Esta es la mejor música de la historia». Se acercaba tanto a lo que yo quería hacer. Pensé, «Puedo componer progresiones de acordes como esas. Puedo componer melodías como esas. Esto es algo que puedo hacer». Fue por la época en la que nació Weezer. Probablemente compuse «The Sweater Song» y «The World Has Turned and Left Me Here» y «My Name Is Jonas» ese mes – todas esas primeras canciones de Weezer y luego tuvimos nuestro primer ensayo en febrero del 92. Es imposible evitar llegar a la conclusión que «Nevermind» nos inspiró a ir a por ello.
Estábamos en el estudio haciendo el «Blue Album» cuando salió «In Utero» y estábamos en el mismo sello que Nirvana así que pudimos escucharlo con bastante anticipación. Eso simplemente profundizó nuestro affaire con Kurt. Muy en el fondo de mi mente estaba la esperanza y el miedo de que quizá algún día le conociera. Me habría encantado conocerle pero, de nuevo, estaba asustado por ello porque estaba bastante seguro de que despreciaría mi música y todo lo que representaba.
Tras terminar el disco, me apunté a clase de música de un centro de estudios superiores. Recuerdo salir de clase y un amigo decirme que Kurt había muerto. Fue un gran golpe – no solo para mi sino para todos en Weezer, para todo aquel con quien saliéramos. Era difícil escuchar cualquier otra música durante las semanas siguientes. Todo sonaba tan superficial. Nada sonaba tan sincero como la música de Nirvana. Me llevó mucho tiempo aceptar que cualquier otra música puede ser buena de otras maneras. Incluida la mía.