Una nueva biografía sobre Alice in Chains recuerda como Kurt Cobain y Layne Staley compartieron heroína durante un concierto en Brasil

Se pone a la venta esta semana una biografía sobre titulada «Alice in Chains: The Untold Story» escrita por David de Sola. La periodista Sherryl Connelly, del New York Daily News, ha escrito un artículo al respecto destacando algunas anécdotas que recoge.

Por ejemplo, durante un concierto en Brasil de y , Kurt Cobain y Layne Staley, ambos con un grave problema de adicción, vieron como en el país carioca era sencillo obtener cocaína pero no pasaba lo mismo con la heroína. Así, los músicos llegaron a un acuerdo: Cobain pagaba el producto y Staley el coste de que se lo trajeran. A poco que se lo hubieran propuesto podrían haber iniciado el Amazon de las drogas.

Aquella noche, el bajista Mike Starr, que acababa de ser despedido del grupo, asegura que murió y resucitó tras chutarse con ambos músicos, según recordaba el propio Starr:

Layne me chutó primero un par de veces. Luego Kurt me chutó y luego Layne me volvió a chutar, tras lo cual estuve muerto durante unos 11 minutos.

Staley fue hallado muerto, sin dientes y pesando solo 40 kilos en 2002; Starr en 2011 por sobredosis de pastillas, poco tiempo después de aparecer en un par de programas de telerrealidad en los que famosos y pseudo-famosos trataban de superar sus adicciones.

Asegura el artículo que dos cosas cambiaron para siempre la vida de Staley: cuando su novia, Demri Lara Parrott, empezó a pincharse heroína y cuando alcanzaron la fama. Fue en 1991, cuando su banda teloneaba a , que el vocalista empezó a drogarse con heroína. Sus problemas con la heroína crecieron a pasos agigantados: el oscuro «Dirt» era resultado de ello. De hecho, Staley ya había pasado por rehabilitación, la primera de casi una docena de veces hasta su muerte. Fue durante la grabación del citado álbum que el cantante se iba a buscar heroína en una ciudad de Los Angeles completamente patas arribas por los disturbios a causa de la muerte de Rodney King.

Por su parte, el batería Sean Kinney seguía viviendo las giras a tope. Recuerda un amigo:

Cuando Sean se ponía a tono era imparable. Era el clásico destroza-habitaciones de hotel.

El músico recuerda que tenía un alter ego llamado Steve que se subía a una silla en un restaurante de alta clase y se meaba en la carta de postres o rociaba los candelabros decorativos de los pasillos de los hoteles con cerveza para ver como explotaban segundos después.

El bajista Mike Starr llegó a beber de una botella de lejía usada para limpiar jeringuillas creyendo que era agua por lo que terminó en el hospital.

Staley seguía con lo suyo: andaba de gira en 1993 y el vocalista se iba a mitad de canción para colocarse. La manager del grupo, Susan Silver, discutió con el cantante y le exigió que saliera al escenario para decirle al público que como estaba tan hecho polvo no iba a poder seguir con el concierto.

La última actuación pública de Staley fue en Kansas City en 1996, tras la cual sufrió una sobredosis. Y eso, pese a viajar con un guardaespaldas cuya función era mantenerle alejado de las drogas.

Kinney recuerda:

Solo fueron cinco o seis conciertos y para el final del último, la cosa fue policías, ambulancias y «¡Sube al avión! ¡Esconde las drogas!» La misma mierda se repetía una y otra vez.

El artículo menciona también la demanda que la madre de Staley interpuso tras su muerte y en la que aseguraba que el vocalista quiso dejar el grupo temporalmente para superar sus adicciones pero la manager del grupo le hizo saber que si lo hacía iba a mandar al paro a 40 personas.

Staley y su novia si llegaron a ir juntos a rehabilitación sin que lograran su objetivo y, de hecho, terminaron separándose debido a que el músico era un mujeriego. Ella murió en 1996 después de que su por entonces compañero la llevara dando tumbos inconsciente durante horas hasta finalmente llegar a un hospital.

En 1998, Staley ya parecía estar en sus últimas. Apareció en el estudio de grabación sin dientes, esquelético y con aspecto de tener 80 años. Lo recuerda el productor Dave Jerden después de que le pidiera que se quitara la ropa:

Layne, que tenía una personalidad fortísima, había quedado reducido a nada.

Posteriormente, el vocalista era visto ocasionalmente con llagas abiertas en sus brazos mientras dedicaba su vida a quedarse recluido en su apartamento, jugando a videojuegos y drogándose, con la única compañía de su gato.

Mike Starr fue probablemente el último en ver con vida a Staley: el 4 de abril de 2002, el bajista, puesto de benziodazepina, se ofreció para llamar al 911. Staley, sin embargo, le gritaba cada vez que trataba de tomar más pastillas y Starr se marchó enfadado del piso de su ex-compañero de banda.

El día siguiente, el frontman de se chutó una mezcla de heroína y cocaína en vena que le provocó la muerte. No fue hasta unos días después que su contable, al comprobar que hacía tiempo sin que el músico sacara dinero, decidió llamar a la policía.

Al entrar en la vivienda, la policía se encontró a Staley en el sofá iluminado por los destellos de la TV, con una jeringuilla en la mano y sentado encima de otras usadas. También había un alijo de cocaína y dos pipas de crack encima de la mesa. Para terminar de dar ambiente al lugar, había un reguero de manchas marrones de heroína que venían del lavabo al salón.

Un final que no por esperado fue menos traumático.

Si queréis ver como empieza el libro, aquí podéis leeros el primer capítulo.