Despiertas de un coma en el que llevabas sumido desde 1998 pocos meses después de que Korn publicara su disco más comercialmente exitoso hasta la fecha, «Follow the Leader». Como te quieres poner al día con la discografía del grupo californiano (sí, después de salir de un trance como ese quizá no sea tu prioridad pero permíteme la licencia literaria) un amigo te los manda pero no te dice de qué año es cada cual por lo que decides intentar ordenarlos según los escuchas. Y oye, te parece que sería bastante lógico que tras «Issues» y «Untouchables» viniera «The Serenity Of Suffering».
La realidad, obviamente, no es esa: «The Serenity Of Suffering» es el recién publicado álbum del quinteto de Bakersfield y es un claro regreso a los sonidos que cultivaron tras el bombazo que supuso «Follow The Leader». Ambientes más sombríos, lúgubres, cerrados e industriales que trabajaron en «Issues» y «Untouchables». Lejos queda el ‘dubstep’ de «The Path of Totality» o la electrónica de «The Paradigm Shift»: aquí la clásica instrumentación de Korn vuelve al primer plano. Las guitarras de Head y Munky suenan contundentes, el bajo inconfundible de Fieldy sigue siendo parte del ADN Korn e incluso Jonathan Davis maltrata su voz más de lo que solía. De Ray Luzier poco que decir: es una bestia de las baquetas (seguramente desaprovechada, todo sea dicho).
Si hay algo de lo que no se puede acusar a Korn es de inmovilismo: han tratado de poner los pies en sonidos de todo tipo -con mayor o menor fortuna- unas veces al calor de las modas (te miro a ti «The Path Of Totality»), otras por convicción o verdaderas ganas de probar nuevas cosas («Untouchables»). Y por ello es de alabar que no hayan querido repetir fórmula disco tras disco: manteniendo su sonido como base han explorado otros sonoridades. De todos modos, si sería censurable que sigan acomodados en la arquetípica estructura verso, puente y estribillo lo cual les hace predecibles y, hasta cierto punto, aburridos. No les vamos a pedir que se pongan progresivos pero sería de agradecer que alteraran un poco la linealidad de sus discos.
En cualquier caso, no sería exagerado decir que podemos considerar este disco como el más redondo del grupo en años: no llega nunca al nivel de sus clásicos (si consideramos como tales sus tres primeros discos) pero si se acerca a lo que ofrecieron inmediatamente tras esos. Temas como «Everything Falls Apart» o «Please Come From Me» habrían encajado perfectamente en «Issues» y «A Different World» (con la colaboración de Corey Taylor, frontman de Slipknot) lo haría en «Untouchables».
En general la escucha del álbum es un paseo sin muchos altibajos, constante, con la suficiente dosis melódica como para que varias canciones se te queden grabadas e incluso muchos guiños a tiempos pasados: un Jonathan Davis que en algún momento desempolva sus berridos inconexos o la inclusión de un DJ (especialmente notorio en «Next In Line»).
Sin lugar a dudas es el álbum más coherente de Korn en tiempo: sí, supone un retorno al pasado (o lo más parecido que pueden lograr a estas alturas de su carrera, donde no tienen la rabia, las urgencias ni necesidades que tenían al iniciarla) pero lo hacen sin caer en la autoparodia o en un ‘quiero y no puedo’. ¿Impostado? Seguro. ¿Ofrecen algo nuevo? No, pero tras varios discos dando tumbos es agradable oírles de vuelta a terrenos conocidos.