Y el tiempo se congeló. O al menos esa es la impresión que dieron Skunk Anansie por su paso por Barcelona. Pero empecemos desde el principio.
Con la puntualidad que caracterizan a los teloneros, y con la sala todavía a medio llenar, The Virginmarys salieron al escenario con el siempre peliagudo papelón de calentar el ambiente. Y aunque en teoría un grupo hard-rockero con unos aires setenteros poco disimulados no parecía lo más adecuado para abrir paso a lo que se venía, lo cierto es que la entrega que pusieron sobre el escenario el trío melenudo de Manchester funcionó a las mil maravillas. La propuesta era simple: ritmos pegadizos, riffs convincentes, un batería contundente, algún que otro «solomillo» de guitarra, y un cantante que se dejó la voz en más de una ocasión para intentar ponernos la piel de gallina. Resultado: un gran sabor de boca de un grupo que en directo gana muchos enteros. Acogidos con la frialdad de los que reciben a unos completos desconocidos, The Virginmarys se fueron de Barcelona con una clara y calurosa ovación de los que se llevaron una grata sorpresa. Un grupo a seguir, sin duda.
Y tras el siempre inevitable intermedio entre dos conciertos, llegó el momento más esperado de la noche. Un telón que alimentaba las ansias, música electrónica de fondo para aquellos que no creían todavía que aquello era real, un juego de luces apabullante…y se bajó el telón. Lo que ocurrió a partir de ahí no es fácil de describir. Decir que aquello fue un reencuentro sería quedarse corto, porque a tenor de lo que pudimos ver en el escenario, y por como lo vivimos desde pie de pista, dió la impresión que Skunk Anansie nunca lo dejaron hace ya diez años. Los clásicos de la banda (como Charlie Big Potato, Secretly, I Can Dream, Weak, o Hedonism (Just Because You Feel Good)) fueron vitoreados y coreados casi como si se trataran de los últimos singles de la banda, mientras que las canciones del nuevo disco se integraron en el repertorio de la banda casi sin quererlo ni beberlo (aunque hay que reconocer que God Loves Only You y Over The Love funcionaron mucho mejor que el resto). Y es que, como dejaba caer al principio de la crónica, en la noche de ayer dio la impresión de que esos ocho años que Skunk Anansie se tomaron de descanso nunca ocurrieron.
Del espectáculo que se vio ayer en la sala Razzmatazz (que acabó abarrotada) se puede resumir en una sola palabra: Skin. La cantante de Skunk Anansie es un monstruo que fagocita todo a su paso a base de carisma y presencia. Y es que, muy a pesar de Ace, Cass y Mark (a los que tampoco les faltan tablas, presencia, y méritos con los instrumentos), resulta difícil no fijar la vista en alguien que no sea en la hiperactiva cantante, ya sea porque decide ponerse a andar sobre el público, tirarse en plancha, «juguetear» de forma inesperada con un fan (que tal vez se fue con algo más que una sonrisa a casa), o simplemente ganarse el público con un simple gesto (y sino, que se lo pregunten al de seguridad que «se coló» delante del escenario). Toda una muestra de energía y de saber hacer sobre el escenario que al final nos contagió a los que estábamos ahí, y que acabó generando un pequeño invernadero en la sala que poco dejaba entrever que en las afueras seguía siendo invierno. Si a todo ello le sumamos que la actuación de todos fue impecable (para ser un directo), la sensación que se le quedaba a uno en el cuerpo no podía ser otro que el de gozo.
En conclusión, lo de ayer fue un conciertazo con efectos rejuvenecedores que probablemente consiguió convencer al más escéptico de todos, y que nos dejó un mensaje bien claro: Skunk Anansie han vuelto, y han vuelto a lo grande.