(III)

Con su primer álbum, «I», los madrileños Toundra nos cogieron de la mano y, tras caminar por la helada planicie siberiana, nos llevaron a una cueva donde poder resguardarnos del frío. Hicieron una fogata para calentarnos y a fe que lo consiguieron.

La continuación de aquel primer largo («II») fue un auténtico diamante cuyo brillo cegó a la gran mayoría de los álbumes que se publicaron en 2010. En ese disco el cuarteto decidió explorar la cueva en la que nos resguardaron solidificando sus puntos fuertes mostrados en su debut y borrando cualquier atisbo de debilidad que en ocasiones puede mostrar un segundo trabajo.

Llegados al punto de un tercer disco, Esteban, Alberto, Víctor y Álex, se encontraban ante la tesitura de instalarse definitivamente en la cueva o tenerla como campamento base y realizar escapaditas con las que aumentar su paleta sonora. Afortunadamente para nosotros (y aquellos a los que les guste que la música les rete y les aporte sensaciones diferentes, sin que se convierta en una caminata insulsa y sin sobresaltos) la banda ha optado por otear el horizonte y, sin perder de vista su bien anclada base, buscar nuevas vías con las que enriquecer su sonido.

De este modo, «Ara Caeli» nos muestra que el tímido uso de instrumentos de cuerda de «II», aquí va mucho más allá y, si bien tampoco es que tengan el primer plano, ganan en presencia dotando de más calidez y matices al sonido del grupo. Luego, un tema como «Requiem», con su inicio acústico, sus instrumentos de cuerda y especialmente su solo de guitarra de aires prácticamente ‘blueseros’ o la incorporación de instrumentos de viento en «Marte», son buena muestra de esas ganas de moverse y no añejarse.

Pero, ojo, tampoco nos llevemos a engaño: la contundencia metalera del grupo ni mucho menos se ha diluido pero si se le han añadido otras instrumentaciones y sonidos con los que ayudarnos a explorar su vasto imaginario (en esta ocasión la brujería, el espiritismo y la muerte son los que nutren el álbum cuya portada es nuevamente obra de Chelsea Greene Lewyta).

Así pues, no queda más que darles las gracias a Toundra por armarse de valor y hacer alguna que otra excursión allende de la cueva del ‘post metal’ para así nutrir a su sonido de otros sabores, manteniendo, eso si, sus señas de identidad intactas: han logrado sacarse de la manga otro disco que gana con las escuchas y que, nuevamente con toda la tranquilidad del mundo, entra en la terna de mejor disco de metal instrumental del año.